Hoy, día de Santo Valentín, es el día de los enamorados, las parejas, el sentimiento de enamoramiento en general y, por supuesto, del consumismo.
El nivel económico ha subido, y es obligación de los centros comerciales el hacer que éste baje, no sea que se nos suba el dinero a la cabeza y acabemos como los estadounidenses. Y que mejor manera de hacer disminuir el tamaño del bolsillo que inventando festividades en las que soltar la pasta.
Hay que regalar en Cumpleaños, Navidad o Reyes (y hay gente que en ambas), Santos, si te rompes algo (un hueso, se entiende) y, ahora, San Valentín.
Regalar algo en el aniversario de boda ya es calentarse mucho la cabeza, pero venga, vale: es una fecha significativa para la pareja y lo festejan por todo lo alto. ¿Pero un día adrede para regalar a la pareja algo caro, ñoño (tirando a feo) y pensado a toda leche?Para eso mejor el aniversario, que a no ser que caiga en Navidad, sale más barato.
Yo estoy a favor de los regalos. De recibirlos, se entiende. Cuando tengo que hacer un regalo, me lo pienso durante semanas, lo compro ya 5 días antes y, cuando ya sólo queda un día para la ocasión, veo algo mucho mejor que lo que ya he comprado. Pero me da igual:ya me he calentado mucho la cabeza, como para encima gastarme el doble del presupuesto.
Sí, soy tacaña y racionalista, no tengo fibra romántica (weno, alguna caerá), pero me pone nerviosa comprar para los demás, y si además es para alguien de quien te importa su opinión,peor.
Y, a parte del chistecito de antes de que me gustan los regalos, la verdad es que tampoco me van mucho. Los regalos que me hacen me gustan ya sólo por el hecho de que se hayan molestado, me encantan todos los regalos que me hacen (excepto los de mi madre. No sé por qué pero casi nunca acierta...), pero la clásica de recibir una gran cantidad de regalos, o uno muy llamativo, o no sé, me hace sentir vergüenza. No de los demás, por supuesto. No sé explicarlo, pero la verdad es que tiendo a la modestia.
Y lo más curioso: no me van los regalos, pero sí las sorpresas. ¡Me gusta la intriga!De pequeña leí mucha novela policíaca...jejje
Pues eso, que sólo con buscar un regalo que no sea un peluche, un corazón o algo rojo, ya vamos bien.
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